La Copa de las Casas

Mañana se conocerá al ganador de la primera Copa de las Casas en Pottermore. Desde el 29 de junio no podemos ver los puntajes de las casas en el Gran Salón, así que la incertidumbre es total. ¿Qué casa ganará? Antes de que los relojes de arena dejaran de mostrar el avance de cada una, el primer puesto era ocupado por Slytherin y el segundo por Gryffindor.

Les dejo el fragmento de la premiación de la Copa de las Casas de Harry Potter y la piedra filosofal y también la escena de la película.


—¡Otro año se va! —dijo alegremente Dumbledore—. Y voy a fastidiaros con la charla de un viejo, antes de que podáis empezar con los deliciosos manjares. ¡Qué año hemos tenido! Esperamos que vuestras cabezas estén un poquito más llenas que cuando llegasteis... Ahora tenéis todo el verano para dejarlas bonitas y vacías antes de que comience el próximo año... Bien, tengo entendido que hay que entregar la copa de la casa y los puntos ganados son: en cuarto lugar, Gryffindor, con trescientos doce puntos; en tercer lugar, Hufflepuff, con trescientos cincuenta y dos; Ravenclaw tiene  cuatrocientos veintiséis, y Slytherin, cuatrocientos setenta y dos.

Una tormenta de vivas y aplausos estalló en la mesa de Slytherin. Harry pudo ver a Draco Malfoy golpeando la mesa con su copa. Era una visión repugnante.

—Sí, sí, bien hecho, Slytherin —dijo Dumbledore—. Sin embargo, los acontecimientos recientes deben ser tenidos en cuenta.

Todos se quedaron inmóviles. Las sonrisas de los Slytherin se apagaron un poco.

—Así que —dijo Dumbledore— tengo algunos puntos de última hora para agregar. Dejadme ver. Sí... Primero, para el señor Ronald Weasley... Ron se puso tan colorado que parecía un rábano con insolación.

—... por ser el mejor jugador de ajedrez que Hogwarts haya visto en muchos años, premio a la casa Gryffindor con cincuenta puntos.

Las hurras de Gryffindor llegaron hasta el techo encantado, y las estrellas parecieron estremecerse. Se oyó que Percy le decía a los otros prefectos: «Es mi hermano, ¿sabéis? ¡Mi hermano menor! ¡Consiguió pasar en el juego de ajedrez gigante de McGonagall!».
Por fin se hizo el silencio otra vez.

—Segundo... a la señorita Hermione Granger... por el uso de la fría lógica al enfrentarse con el fuego, premio a la casa Gryffindor con cincuenta puntos.
Hermione enterró la cara entre los brazos. Harry tuvo la casi seguridad de que estaba llorando. Los cambios en la tabla de puntuaciones pasaban ante ellos: Gryffindor estaba cien puntos más arriba.

—Tercero... al señor Harry Potter... —continuó Dumbledore. La sala estaba mortalmente silenciosa—... por todo su temple y sobresaliente valor, premio a la casa Gryffindor con sesenta puntos.

El estrépito fue total. Los que pudieron sumar, además de gritar y aplaudir, se dieron cuenta de que Gryffindor tenía los mismos puntos que Slytherin, cuatrocientos setenta y dos. Si Dumbledore le hubiera dado un punto más a Harry... Pero así no llegaban a ganar.
Dumbledore levantó el brazo. La sala fue recuperando la calma.

—Hay muchos tipos de valentía —dijo sonriendo Dumbledore—. Hay que tener un gran coraje para oponerse a nuestros enemigos, pero hace falta el mismo valor para hacerlo con los amigos. Por lo tanto, premio con diez puntos al señor Neville Longbottom.

Alguien que hubiera estado en la puerta del Gran Comedor habría creído que se había producido una explosión, tan fuertes eran los gritos que salieron de la mesa de Gryffindor. Harry, Ron y Hermione se pusieron de pie y vitorearon a Neville, que, blanco de la impresión, desapareció bajo la gente que lo abrazaba. Nunca había ganado más de un punto para Gryffindor. Harry, sin dejar de vitorear, dio un codazo a Ron y señaló a Malfoy, que no podía haber estado más atónito y horrorizado si le hubieran echado el maleficio de la Inmovilidad Total.

—Lo que significa —gritó Dumbledore sobre la salva de aplausos, porque Ravenclaw y Hufflepuff estaban celebrando la derrota de Slytherin—, que hay que hacer un cambio en la decoración.

Dio una palmada. En un instante, los adornos verdes se volvieron escarlata; los de plata, dorados, y la gran serpiente se desvaneció para dar paso al león de Gryffindor. Snape estrechaba la mano de la profesora McGonagall, con una horrible sonrisa forzada en su cara. Captó la mirada de Harry y el muchacho supo de inmediato que los sentimientos de Snape hacia él no habían cambiado en absoluto. Aquello no lo preocupaba. Parecía que la vida iba a volver a la normalidad en el año próximo, o a la normalidad típica de Hogwarts.


Rodrigo

Agustino recoleto, lingüista y lector. Blogueo sobre libros en @eglblog.
💘📖 "Heriste mi corazón con tu palabra y te amé" (Conf. 10, 8).
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