Recién por la tarde se arrepintió de lo que había dicho, se dio cuenta de que con una simple frase se puede destruir la amistad que se ha construido por años. Se había dejado llevar por la rabia del momento y lo había soltado sin pensar en cuán hiriente podía ser lo que decía. Trató de imaginar la forma de remediarlo; llegó la noche. Lo escrito se podía quemar, mas no lo dicho. Escribió cada una de sus palabras en un pequeño trozo de papel, cogió varios globos e insertó en ellos los papelitos. Luego los infló. Saliendo al campo, observó el cielo, lleno de estrellas. El viento estaba fuerte, era el momento ideal. Soltó los globos y vio cómo se alejaban en distintas direcciones. Tal vez cada palabra por separado podría significar deseos buenos…
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100 días de relatos